-¿Qué traes ahí? Preguntó.
-Parte de mi alma. Respondí.
- ¿Parte de tu alma? ¿Y a
dónde dejaste la otra?
- La deje en la casa
sentada viendo televisión.
No pudo evitar soltar la
risa. – Que cosas dices.
-Es verdad.
-¿Y la dejaste viendo
televisión?
-Si. Me levante temprano,
la aliste y le puse su vestido favorito.
- Jaja. Nunca había oído
algo así.
-¿No tienes alma?
-Si. Pero la traigo siempre
conmigo. No la personifico tanto como la tuya. La tratas como a una niña.
- Lo es. Es la parte de mi
alma más niña. Todos los seres humanos guardan por siempre ese niño que se fue
cuando chicos y la mía la tiene mi alma.
-Se nota. ¿Y no te sientes
incompleta? ¿No te sientes mal de dejarla en casa como dices?
-No. Igual está en casa.
Ella se pone a jugar con el gato, le dejo pinturas, lápices de colores, papel y
demás para que se entretenga, se alimenta de sueños y a esta hora suele hablar con su sombra.
- Que extraño…
- ¿Qué extraño qué?
- Como es que no te sientes
incompleta con solo una parte de tu alma, si yo que la tengo conmigo, hay días
que me siento tan vacía, tan sola, tan…
-¿Incompleta?
-Si.
-Es simple. Cargas con tu
alma todos los días que en lugar de que sea tu alma ya parece más una sombra
cualquiera, y a veces sientes que te pesa y solo te está tirando del saco para
decirte algo y tú la ignoras.
-¿Y acaso que puede
decir?
-Mucho más de lo que te
imaginas. Te has cerrado tanto en tu mundo que más bien creo que no tienes el
alma tan completa como dices y solo has perdido parte de la misma.
- Y si yo me cierro tanto
en mi mundo, cómo es que tu, que conoces tanto de tu alma, decides dejarla en
casa.
-Porque le pone mucho el
corazón a las cosas de la vida, y eso, muchas veces no es la mejor de las
opciones. Así que decidí dejarla en casa para no tener sorpresas ni desconciertos.
Se estaba empezando a convertir en una sombra más.
- ¿La ignorabas?
- La estaba empezando a
ignorar.
- Y como descubriste eso.
¿Te lo dijo?
- Más o menos. Una tarde en
la que llovía mucho, estaba esperando a que cambiara el semáforo y sentí que alguien
me llamó. Era ella que se quedó mirando un par de perros correteando una
paloma. Nos divertimos tanto esa tarde que se nos pasó por alto lo del semáforo
y decidimos quedarnos a disfrutar el panorama.
-¿Pero que te dijo?
-Eso. Me dijo, mira, eso es
de lo que te estás perdiendo solo por estar trabajando. El otro día pasó un
unicornio por tu lado y ni lo viste. Bueno, era un caballo, pero en el fondo le
vi alma de unicornio.
-Pero sigo sin entender
cómo es que la dejas en casa.
-La dejo en casa porque así
cuando llego de trabajar le cuento lo que vi en el día y lo que descubrí
mientras estaba fuera de la misma, y ella me cuenta lo suyo. Hasta la hora de
la cena ahora es mucho más agradable. Y ahora cada que llego me pregunta: ¿Qué
me trajiste? Historias alma mía, historias para que alimentes tus sueños.
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