- Ayer me dejaste un silencio en la puerta y hoy al salir a mi trabajo se
despidió de mí y ahorita que regresé me saludo y me preguntó cómo me fue.
- Sí hola como estas. Me sorprende tu llamada.
- Hola. Disculpa.
- Los silencios muchas veces dicen más que cualquier otra cosa. ¿Dices que
te saludó?
- Sí. Y ahora está parado en la ventana mirando a ver qué estoy haciendo.
Cerró la cortina.
- No entiendo cómo pudo haberse escapado para llegar allá.
- Lo que no entiendo es qué quiere de mí, qué hace aquí.
- Debe ser que se cansó de verme todos los días y a cada rato preguntando:
¿ya se habrá ido a trabajar? ¿Ya llegó? ¿Cómo le habrá ido? ¿Qué estará
haciendo? Y decidió saberlo por sí mismo. Sí, eso fue. ¿Qué está haciendo?
- Esta sentado en el andén jugando con el perro de la vecina.
-Eso si no lo sabía. Que le gustaran los perros.
- Jajaja.
- De que te ríes.
- De ver cómo juegan, parece llevársela bien.
- Que extraño, nunca note que mi silencio tuviera que ver algo con el perro
de la vecina.
- Tu mismo lo dijiste. Los silencios dicen mucho más de lo que se piensa. A
veces los sordos somos nosotros que ni siquiera sabemos escucharnos en silencio
y lo que tienen para decirnos.
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