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Oficialmente vive en las nubes desde que la invitaron a ese dulce algodón de azúcar que compró para ella aquella tarde en que paseaban por el parque.

– Gracias que amable. Le dijo.
 - De nada. Respondió.

Se lleno de gusto al saber que pudo hacer realidad el sueño que tenía de poder tocar el cielo con las manos. Así hubiese sido con forma de algodón. Ese que se parece a las nubes. Le supo tan sabroso. 
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