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En el papel.
(Escrito a Seis palabras)

Aquí, estoy de espaldas al silencio
como madame Ginoux  en aquel café
mientras sonreía apoyada sobre la mesa,
y desconocía aquello que le rodeaba
por estar de espaldas al suceso,
cuando Paul Gauguin retrataba un 1888.
Solo que aquí, habito la nada.
No hay café, no hay suceso
no esta Gauguin para que pinte,
y no es Noviembre de 1888.
Es solo una noche de Enero
de uno de esos años cualquiera,
en donde no corre el tiempo
y la nada ocupa un espacio.

Aquí, estoy de espaldas al silencio
y mientras madame Ginoux  posa sonriente
en ese cuadro que ahora habita,
yo retrato entre palabras, mi obra
Y uso este instante de silencio,
como lienzo, como hoja, como cuadro
como enero, como noche, como escena.
como lo que es, una pared
una bella pared de singular blancura,
en el que reposa muy coloridamente
el conocido Café de Nuit, Arles

Así estoy, de espaldas al silencio
apoyada a  una de las paredes
del gran Museo Pushkin de Moscú
escribiendo esto y tratándole de buscar
a Marie Julien o  La Arlesiana
la pincelada de la eterna juventud.

Como lo diría Juan Manuel Roca.
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Con seis palabras inventaré una ciudad
y de capital usaré tu nombre.
Apilaré sonrisas para levantar sus hogares.
No tendrá puentes alcahuetas de distancias.
Aquí, las mesas servirán de aeropuerto,
para viajar en aviones de papel.

Al sol, le pondré tu sonrisa
y las sombras proyectaran sus cuerpos.
Limitará al norte con tus sueños
y al sur con los míos.
Al este, con un sonido quieto
parecido al silencio, pero sin forma
de esos que no hacen eco,
y casi siempre suelo llamar, vacío.

Limitará al oeste, con estas palabras
y de frontera, usaré el horizonte.
Las personas se plantaran a esperar,
y los árboles pasearan en bicicleta.
Sus habitantes dormirán en el tejado
y tu cuerpo será su geografía.

Construiré una ciudad con seis palabras
y aquí, las sonrisas serán habitadas
todos los abrazos se llevaran puestos
las miradas se usaran de refugio
las palabras se llevaran al viento
tus labios los convertiré en destino
en mis manos echará sus raíces
y de camino, usaré estas letras.


Escrito a seis palabras
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RETAZOS DE UN HOMBRE SURREALISTA.     

A César Vallejo.

Hay un sitio
por donde empieza a nevar
y una mujer aconteciéndome.
como nombrada por mí.
como el relato de un regreso.
No me ve,  pero se ruboriza.      
               
Hay un amarillo
por donde empieza a envejecer el día.
como mi adiós,
en donde reside mi silencio.
Entonces callo, y al oírme lejano
me encuentro un nombre que no recuerdo
y una tristeza de no se sabe quién.

Hay una puerta,
por donde salió alguien rompiéndose en su lucha.
otorgándole al tiempo la ventura de la vida.
olvidando sus instantes
abandonándose en su verbo.
Pobre.  ¿Dónde estará?

Hay un hombre,
rodeado de imprevistos,
con una dosis exacta de risa
y otra excesiva de dolor.
Lo suficiente para hacer de él un diálogo.
Un conjunto de sordas e inefables quejas.
un viento del norte sin ni siquiera un sur.
Una causa,
un fin,
un posible sufrimiento,
o inevitablemente, una tumba.

Hay un nunca,
que avanza paralelamente entre una vida y otra.
uno que apenas cabe en mí
y aún no conozco.
De esos que si hubiera sido de otra época,
existiría hondamente en mi memoria.

Ahora,
hay un pensamiento idéntico a este,
contado desde alguna otra voz.
desde algún otro invierno,
otro idioma,
otra noche,
otro fin.
Alguien que de seguro me conoce de memoria,
o me ha leído desde siempre.
alguien que de seguro
está aconteciéndome
desde algún sitio
por donde empieza a nevar.
Misombramásazul
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                                                                      Ausente.

                                                 Uno sabe que se va
          cuando no asegura el hecho de volver.
Sólo se vuelve cuando uno nunca se ha ido.

 Pero hay quienes ya nos sabemos ausentes.
                                                De lo que se siente, tampoco hay regreso. 
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HALLAZGO DE LA VIDA

¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes dejarme libre un momento, para saborear esta emoción formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por la primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas.

Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exultación viene de que antes no sentí la presencia de la vida. No la he sentido nunca. Miente quien diga que la he sentido. Miente y su mentira me hiere a tal punto que me haría desgraciado. Mi gozo viene de mi fe en este hallazgo personal de la vida, y nadie puede ir contra esta fe. Al que fuera, se le caería la lengua, se le caerían los huesos y correría el peligro de recoger otros, ajenos, para mantenerse de pie ante mis ojos.

Nunca, sino ahora, ha habido vida. Nunca, sino ahora, han pasado gentes. Nunca, sino ahora, ha habido casas y avenidas, aire y horizonte. Si viniese ahora mi amigo Peyriet, les diría que yo no le conozco y que debemos empezar de nuevo. ¿Cuándo, en efecto, le he conocido a mi amigo Peyriet? Hoy sería la primera vez que nos conocemos. Le diría que se vaya y regrese y entre a verme, como si no me conociera, es decir, por la primera vez.

Ahora yo no conozco a nadie ni nada. Me advierto en un país extraño, en el que todo cobra relieve de nacimiento, luz de epifanía inmarcesible. No, señor. No hable usted a ese caballero. Usted no lo conoce y le sorprendería tan inopinada parla. No ponga usted el pie sobre esa piedrecilla: quién sabe no es piedra y vaya usted a dar en el vacío. Sea usted precavido, puesto que estamos en un mundo absolutamente inconocido.

¡Cuán poco tiempo he vivido! Mi nacimiento es tan reciente, que no hay unidad de medida para contar mi edad. ¡Si acabo de nacer! ¡Si aún no he vivido todavía! Señores: soy tan pequeñito, que el día apenas cabe en mí!

Nunca, sino ahora, oí el estruendo de los carros, que cargan piedras para una gran construcción del boulevard Haussmann. Nunca, sino ahora avancé paralelamente a la primavera, diciéndole: «Si la muerte hubiera sido otra...». Nunca, sino ahora, vi la luz áurea del sol sobre las cúpulas de Sacre-Coeur. Nunca, sino ahora, se me acercó un niño y me miró hondamente con su boca. Nunca, sino ahora, supe que existía una puerta, otra puerta y el canto cordial de las distancias.

¡Dejadme! La vida me ha dado ahora en toda mi muerte.

César Vallejo.
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ARENGA DEL CUERPO

I
Ocurre que Roca me invade hasta el cansancio. No me deja respiro, me hurga y examina como a un raro pajarraco, no le basta con traerme noticias de su espejo.

II
Harto estoy de su cruenta dictadura, de su manía de exhibirme por el mundo como a un perro de lujo, como un galgo.

III
Harto estoy de que me habite, de que cambie el oro de mis días por migajas de milagro.

IV
Ocurre a veces que me invade con voces de ausentes, con jerga de poetas que guarda en mí como si fuera un viejo y simple armario.

V
Por las noches me arroja en su cama como si fuera un pesado saco mientras duerme a pierna suelta en sus laureles.

VI
Si no lo arrojo desde la terraza es porque no quiero darle el gusto de saltar conmigo al vacío, conmigo y la sombra que llevo pegada a mi destino.

VII
Me aburren sus chistes –que conozco hasta el cansancio- y sus decires y sus poemas y ese aire seguro de pequeño faraón de su pobreza.

VIII
Pero ocurre que a veces me desarma: hay que verlo cuando me acerca a su muchacha, cómo se agazapa en mí, como esculca en el bolsillo del corazón su mejor habla.

IX
El pobre Roca no tiene remedio.

Juan Manuel Roca #MiPoetaFavorito.
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Silencio
                              El silencio cabe en cualquier palabra,
Pero no cualquier palabra puede definir un silencio.
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El olvido no puede ser un lugar.
De ser así,
Se habitaría el lado más vacío de la mente.
Mientras la vida se columpia de un árbol de silencios,
                                                                                                         de dudas
                                                                                                                       y de llantos.
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